Luis Fernández: la belleza de lo oculto

Comisariado: Marisa Oropesa Ruíz

Obra: se exponen 33 obras, fechadas entre los años 1936 y 1970

Luis Fernández es un artista desconocido para el gran público. Sin embargo, especialistas y eruditos ven en el artista asturiano una de las figuras claves de la Historia del Arte del siglo XX. Su vida fue la de un genio silenciado por las circunstancias, la tragedia pareció ser su más fiel compañera a lo largo de los años. Ya desde pequeño sufrió primero la pérdida de su madre, luego la de su padre y por último la de su abuelo que le había acogido a él y a sus hermanos. Sin la presencia de los mismos le enviaron a vivir con uno de sus tíos de Barcelona.

Su tío fue incapaz de entender los deseos artísticos de su sobrino e intentó persuadirle en más de una ocasión para que abandonara su vocación. Por suerte, a pesar de lo trágico de su situación, Luis Fernández encontró en su profesor de Bellas Artes, José Mongrell, un maestro y un protector que le acogió como si de un hijo se tratara.

Tras realizar varios trabajos decide ir a París. Llega el 24 de noviembre de 1924; se siente atraído por el grupo de artistas afincados en Montparnasse. Comienza a trabajar en una imprenta, donde conoce a su primer coleccionista, un compañero llamado Jean-Sébastien Szwarc. Su amistad le lleva a ingresar en la logia masónica, hecho que le hace declarar ante la Gestapo en 1941.

París es sin duda su mejor escuela, pues allí se empapa de las distintas opciones vanguardistas que se van sucediendo en varias etapas: del purismo de Le Corbusier, al neoplasticismo. Más tarde se une a los artistas del grupo "Abstraction-Creation", quienes formaron el grupo para fomentar el arte abstracto. Coincidió con Kandinsky, Mondrian o Frantisek Kupka con quienes expuso. El grupo estuvo formado por más de cuatrocientos artistas de distintas nacionalidades. El asturiano fue un miembro activo llegando a escribir artículos para la revista que tenían.

El español también sintió una fuerte atracción por el cubismo, estilo al que se acercó de la mano de su gran amigo Picasso, con quien trabajó mano a mano en un par de ocasiones. Tanto el surrealismo como la figuración geométrico-constructiva son otros estilos que el artista aborda durante distintas etapas.

Más tarde, tras abandonar la abstracción, sus temas se limitan a naturalezas muertas, paisajes y animales. Su gran amiga María Zambrano, discípula de Ortega y Gasset, describía así sus bodegones: "Luis Fernández pintará cebollas, trozos de carne, flores a punto de descomposición, cuando la forma lograda parece regresar a la materia de donde viniera; en que el infierno se yergue a tomar su pesa evadida tan sólo por una breve hora". El asturiano y la malagueña se conocieron en París en el año 1947. La pensadora fue su gran amiga y confidente hasta la muerte del artista. Zambrano estaba completamente entusiasmada por las obras de Fernández, llegando a escribir varios textos sobre él, incluyendo uno tras su fallecimiento titulado A Luis Fernández en su muerte, en su libro España, sueño y verdad. Su amiga nos acerca al lado más humano del artista en estas palabras:

"Era de gran presencia, y la distancia que imponía se reforzaba con su aplomo y su reposado hablar. Ceremonioso, casi litúrgico, aun dentro de la amistad. Llevaba, pues, un sello. Un sello que sólo se dejaba ver a veces detrás de la máscara. (...) Por eso, cuando la máscara cae, deja ver el sello de lo absoluto que marca, en algunos, ser y vida. De ellos era, es, Luis Fernández".

Nunca dejó de trabajar a pesar de que en España fuera un artista completamente desconocido. Tras instalarse en la capital francesa sólo volvió a nuestro país en un par de ocasiones. Como sucede tantas veces fue tras su muerte cuando su nombre empezó a escucharse en nuestras fronteras. Las telas de Fernández parecían que por fin eran patrimonio de todos y no de esa reducida elite parisina que gozaba del arte del asturiano.

En su camino por la vida se enfrentó a duros golpes personales, tras su trágica infancia perdió a su mujer, Esther, lo que le sumió en una profunda depresión. Además, sus problemas de salud le acompañaron a lo largo de los años sin darle tregua, realidad que afectó su producción artística y acarreó consecuencias negativas para su economía. Años más tarde contrajo de nuevo matrimonio, pero antes de morir expresó su deseo de ser enterrado junto a su primera esposa.

Tal vez vivir siempre rodeado de problemas fue lo que le llevó a estar siempre buscando símbolos. Sus óleos son una especie de demostraciones de fe, en cada etapa de su vida se arropa con distintos objetos; sus cuadros parecen bodegones religiosos a pesar de que no aparezca ningún símbolo de esa clase reflejado directamente. Pero su maestría de la composición y su dominio de las luces y de las sombras nos transportan a un mundo de ensueño, a un mundo irreal al que el artista parecía trasladarse.

Sus obras están marcadas por la importancia del papel jugado por la luz que el asturiano maneja con maestría; su forma de trabajo era meticulosa y extremadamente lenta. No en vano, era muy perfeccionista, incluso fabricaba él mismo sus pigmentos para lograr una mayor calidad sobre el lienzo.

El anonimato no le impidió ser admirado por muchos como Picasso, el modisto Cristóbal Balenciaga o María Zambrano; su historia es una historia dramática y escondida. Pero, sin duda alguna, sus obras, su legado artístico han permitido la resurrección de este magnifico artista.

En esta ocasión CajaCanarias, a través de la Fundación Cristino de Vera, rinde homenaje a uno de los artistas españoles más importantes del siglo pasado y curiosamente uno de los grandes desconocidos de nuestra Historia del Arte. Sus obras eran apreciadas por los gustos más sofisticados y eruditos de su época formando parte de las pinacotecas de los grandes coleccionistas. Luis Fernández, además, destacó por su especial relación con otros artistas, como su gran amigo Pablo Picasso, quien también tenía obras suyas en su colección. Sin duda, esta exposición nos acerca a un genio que supo moverse por los principales movimientos artísticos de su época y que fue capaz de dominar todos con gran maestría.