Cristino de Vera en
El orden de la Colección

En su Antropología estructural, Claude Lévi-Strauss, nos enseñó que “El análisis formal plantea inmediatamente una cuestión: el sentido”, y ese sentido, el de las obras que conforman una colección y la colección misma como entidad, al tratarse de un museo o institución, implica siempre un cierto ordenamiento, que podemos designar como “El orden de la Colección”. Aquí, a ese orden le antecede un sintagma, el de El Museo portátil, que engloba todo el proyecto que desplegamos ahora en estas dos salas del Museo de Arte Contemporáneo, y ese sintagma funciona como el nexo de unión de dos realidades interconectadas: la colección permanente y el Despacho de Ramón Gómez de la Serna. Lo portátil es un rasgo que entrelaza y define ambas plantas y contenidos, promueve su carácter transitorio y afianza la idea de movilidad del museo dentro del museo. ¿No es acaso el Despacho de Ramón un museo dentro del museo? ¿No constituyen las obras de una colección un museo portátil dentro del museo?. La nueva “lectura” de la colección se basa en la articulación de cuatro unidades autónomas bajo los epígrafes: FORMA Y GESTO; FIGURA Y REALIDAD; IMAGEN Y CIUDAD; UNICIDAD Y MULTIPLICIDAD; categorías todas ellas aplicables también al despacho ramoniano, base de esta nueva lectura de la colección y del programa que la sustentará.

El escritor Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 1888 – Buenos Aires, 1963), perteneciente a la generación de 1914, popularmente conocido como Ramón, fue una figura central de la vanguardia literaria y artística de los años veinte y treinta del siglo XX en Madrid. En el contexto de sus múltiples realizaciones, la temprana creación de su despacho en los años diez, con objetos adquiridos preferentemente en el Rastro madrileño, pero también en otras ciudades europeas que visitó, e imágenes recortadas de libros y revistas que fueron cubriendo y tapizando paredes y mobiliario, supone una de las creaciones artísticas más singulares de ese tiempo.

Para construir y reconstruir sin cesar ese entorno, concebido y vivido a lo largo de su vida como un taller que le motivó para realizar una obra en la que es primordial el mundo de la imagen, se valió de dos dispositivos creados por el arte de las vanguardias: el collage y el fotomontaje. Con esos instrumentos creó uno de los fotocollages más sorprendente del arte de la vanguardia española, una de cuyas características esenciales fue su condición portátil, cualidad intrínsecamente asociada con la fórmula baudeleriana que definía la modernidad como la exaltación de “lo transitorio, lo fugitivo y lo contingente”.

Con ese museo portátil Ramón se sitúo en el epicentro de las búsquedas asociadas con el Cubismo, el Dadaísmo y el Surrealismo, motores de la fascinante modernidad requerida en el campo de la creación, la escritura y el arte del primer tercio del siglo XX. Esa modernidad, que Ramón propició como leit motiv de su vida, conjugaba el deseo de las búsquedas de nuevos modos de expresión así como de nuevas emociones artísticas. No es extraño que Ortega y Gasset le dijera a Ramón cuando visitó su Torreón de la calle de Velázquez, símbolo de los distintos despachos que creó en su dilatada carrera y el más querido por él, que fue allí “donde vio claro el secreto del arte moderno”.

La construcción de ese entorno, le permitió reforzar su psicología personal, estar rodeado permanentemente de su mundo más querido y afianzar su propia imagen. Su contenido enciclopédico abarcaba temas tan diversos como el erotismo, la muerte, lo cómico, los sucesos cotidianos, las patologías, lo fantasmagórico, lo vulgar cotidiano, la iconografía de escritores y artistas así como multitud de imágenes de obras de arte desde la antigüedad hasta los ismos de su tiempo, formando, junto con los numerosos objetos diseminados por el espacio, una cámara de maravillas de la modernidad.

Esta feliz conjunción de una selección de la colección permanente del museo con las imágenes del arte y los objetos que acopió Ramón en su despacho que ahora pasa a convertirse en la nueva tarjeta de identidad del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, nos ha permitido establecer un entrelazamiento de conceptos y realidades que, bajo la fascinante fórmula el museo dentro del museo, propiciará un programa atractivo para su más inmediato futuro.

Eduardo Alaminos López
Comisariado