Cristino de Vera en
la Colección del IVAM. XXV Aniversario

Al cumplirse el XXV aniversario de la inauguración del IVAM dos dimensiones adquieren particular relevancia. Su larga trayectoria de exposiciones que a lo largo de estos años han hecho del IVAM una referencia obligada para el estudio de la historia del arte del siglo XX y su Colección Permanente que se constituye como un ejemplo de lectura y selección de aquellas obras que en su conjunto pueden representar una historia del arte del silgo XX.

La exposición 'Colección del IVAM. XXV Aniversario' traza el hilo conductor de una historia que halla su relato en las obras de la Colección del IVAM y que narra el largo viaje del siglo XX que ha registrado en su arte las preguntas sobre la época.

El desarrollo de esta muestra conmemorativa, de más de 400 obras, sigue un orden cronológico que se inicia en las décadas de la primera mitad del siglo XX hasta la Segunda Guerra, continúa en los años 50 hasta mediados los 90 y finaliza en una etapa que aborda la creación artística de los últimos años lo que permite al IVAM mantener un diálogo con las propuestas del panorama más contemporáneo.

En relación a la primera mitad del siglo la figura artística que mejor expresa el anclaje con la Vanguardia histórica es Julio González. La compra-donación de un número importante de obras del artista, núcleo fundacional del museo, ha permitido al IVAM disponer hoy del fondo más importante del artista. Este hecho hace que el inicio de la exposición haya sido diseñado como un diálogo de Julio González con artistas de los años 20 que como Torres García y otros autores, bien representados en las colecciones del Museo, presentan los diferentes lenguajes que las Vanguardias desarrollan en ese momento.

La atención prestada por la Colección a los años 20, 30 y 40 permiten al IVAM recorrer la primera mitad del siglo con piezas fundamentales sobre las que construir una lectura de las tensiones que recorren aquellas décadas. Más que centrarse en figuras ya canónicas para toda historiografía, se ha buscado construir constelaciones que articulen los diferentes discursos que desde el futurismo al constructivismo, del dadaísmo al surrealismo, del organicismo a las diferentes utopías espacialistas, atraviesan la primera mitad del siglo desembocando en los escenarios que la Gran Guerra representa.

Ahí encontramos junto a Julio González o Torres García, Brancusi y Matisse, Picasso y Miró, Alexander Calder, Pevsner y Gabo, Schwitters o Moholy-Nagy, Duchamp y André Masson, junto a materiales fundamentales de la amplia experiencia del constructivismo ruso, tan atento a las formas gráficas y al juego compositivo que hiciera posible la ideación de un nuevo universo utópico. Hasta llegar a los años 30 en los que la tensión de la época transforma los lenguajes del arte, llevándolo a participar en un juego de denuncias y agitación política y que reúne en la exposición obras como las de George Grosz, John Heartfield, Josep Renau junto a obras relevantes de la propaganda soviética, todo ello articulado por una escultura de gran dramatismo de Jacques Lipchitz.

La Segunda Guerra significó un final de época y abrió un tiempo de silencio y nuevos lenguajes que, tras el final de las Vanguardias, comenzarán a aparecer en el nuevo escenario del arte. Ya a mediados de los 50 aparecen nuevas propuestas que en términos descriptivos pasan por el Informalismo europeo y el Expresionismo abstracto americano. Figuras como Dubuffet, Fautrier, Burri o Tapies, de un lado, como los de Franz Pollock, Arshile Gorky, Franz Kline o Barnett Newman, de otro, representaban ya la transformación que se estaba produciendo en las artes y que orientará su proceso.

Es importante tener en cuenta el papel fundamental que comienza en este momento a jugar la crítica. Son años fundamentales y la mirada sobre el arte se suma a perspectivas más complejas al mismo tiempo que emerge un nuevo tipo de sociedad . En este contexto la mirada sobre el arte se desplazaba a los otros espacios de un mundo que en su complejidad había definido sus horizontes políticos y pronto adaptaría sus estilos de vida. La aparición del arte Pop expresaría mejor que ninguna otra forma dichos cambios y legitimaciones, representada, entre otros por obras Warhol, Lichtenstein, Rauschenberg, Jaspers Johns, Oldenburg o Rosenquist.

Desde esta perspectiva resulta cada vez más necesaria una mirada hacia los últimos 50 y la década de los 60 para poder identificar las tensiones que han recorrido de forma transversal los problemas de la cultura artística de nuestro tiempo. En efecto, una primera lectura nos permite entrar en el amplio debate de ideas que recorrió de una forma plural las diferentesdisciplinas artísticas a partir de los últimos años 50 y que interpelaron los conceptos y estrategias que comenzaban a delinearse hacia la construcción de la civilización postindustrial. En esta línea de reflexión y acción podrían entenderse las propuestas del land art o del arte povera que inauguraban nuevos lenguajes en el contexto de una búsqueda atenta a imaginar los nuevos tiempos.

De manera generalizada comenzaron a emerger programas, gestos, situaciones que en su conjunto irán trazando un universo de signos en los que ya se anuncia el nuevo orden de ideas y mundos. La tensión utópica, que había acompañado la experiencia de las Vanguardias, regresaba ahora en el contexto crítico y radical de quienes pensaban que el arte era el laboratorio privilegiado donde experimentar las formas de la cultura del futuro.

Las instalaciones, los nuevos medios, el realismo social y el misticismo también tienen su espacio en la Colección tal como se puede apreciar en obras como las de Richard Serra, Robert Smithson, Gordon Matta-Clark, Gerhard Richter, Sigmar Polke, Dieter Roth, Allan Mccollum, Tony Oursler, Juan Muñoz, Charles Simonds, Pedro Cabrita Reis, Cristina Iglesias, Tony Cragg, Bruce Nauman, Magdalena Abakanowicz, Juan Uslé, Terry Winters, Albert Oehlen, Markus Lupertz, Georg Baselitz, Bernardí Roig, Christian Boltanski, Zoran Music, Julio Quaresma, Alberto Corazón, Luís Gordillo, Joan Cardells, Carmen Calvo, Miquel Navarro, Ramón de Soto, Jordi Colomer, Darío Villalba, José Sanleón, Natividad Navalón, Cristino de Vera o Gianluigi Colin.

Analizando estas obras observamos que a partir de los años ochenta, y sobre todo en los noventa, el arte crea una nueva narrativa, como respuesta a fuerzas externas ligadas al capitalismo, desde la que se persigue nuevos objetivos, valores y principios en los que no hay una progresión estética ordenada. En esta misma línea irrumpen otra serie de video-artistas como John Whitney, Antoni Muntadas, Eugenio Ampudia o Bigas Luna que se adentran en el terreno audiovisual y de las nuevas tecnologías para plantear, desde una perspectiva multimedia ubicada en el escenario urbano, múltiples entramados simbólicos en los cuales confluyen la percepción del sujeto y la experiencia visual del mismo, dando lugar a la fusión entre el mundo de la representación artística y los hechos de la cotidianidad con un carácter y lenguaje muy específico.