Exposición temporal
Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias
C/ San Agustín, 18
38201 - San Cristóbal de La Laguna
Habiendo vivido en un mundo dominado por las máquinas y los intereses materiales, Eladio de la Cruz no tuvo en cuenta que, en los tiempos modernos, el arte −como decía Ortega y Gasset− se “deshumaniza” irremediablemente. Pero seguía creyendo en el hombre y la belleza: “todo por el arte y la humanidad”. He aquí el lema que resume el sentido de toda su obra. Su arte no se desplazó ni un ápice de los valores que profesaba, ni del ideal de lo Bello que, anclado firmemente en el clasicismo, constituía una opción estética regida por ideales humanistas. Esa fe en el hombre y su destino la proclamó en imágenes que expresaban sentimientos de amor y piedad. Este es el genuino contenido que transmite su obra escultórica.
El desarrollo de la iconografía de la mujer en la obra escultórica de Eladio de la Cruz se plantea como nexo simbólico entre la ética y la estética. Winckelmann sintetizó su reivindicación de los ideales clásicos en el siguiente lema: “noble sencillez y serena grandeza”. Me he permitido introducir una variación al mismo: donde Winckelmann decía “grandeza”, yo propongo “belleza”. Por otra parte, la idea de serenidad asociada a la belleza como categoría estética remite a un principio de armonía que rige, con fuertes resonancias clásicas, en la escultura de Eladio de la Cruz; pero hay que matizar esta relación con el clasicismo, porque la obra de Eladio de la Cruz no es una mera restauración del clasicismo. El significado épico del término “grandeza” remitía en los escritos de Winckelmann a un ideal homoerótico asociado a los conceptos de valor y virilidad. Eladio de la Cruz está muy lejos de ese modelo heroico.
Así pues, al ponderar la idea de belleza como categoría estética encarnada en la imagen del cuerpo femenino, su aportación no consiste en una simple restauración de los modelos clásicos, sino en una reactualización del nexo simbólico que existe entre el bien y la belleza, entre la ética y la estética; de tal modo que al ideal winckelmaniano de “serena grandeza”, que evocaba un mundo donde el heroísmo masculino prevalecía sobre otros valores, Eladio de la Cruz propuso una alternativa basada en un modelo iconográfico bien conocido en la historia del arte, que es el de la maternidad, donde el protagonismo de la mujer es absoluto. El verdadero heroísmo es el de la mujer que da la vida a otro ser en el parto. Y de esta manera reinterpretó otro lema del clasicismo que Winckelmann también reivindicaba: “noble sencillez”. En sus maternidades esta idea se refleja de un modo nítido y rotundo, pero también de un modo sencillo y natural, sobre todo en aquellas composiciones donde la madre abraza a su hijo recién nacido o es abrazada por él, escena que implica una reivindicación de la vida por encima del placer. Aquí no hay heroísmo sino amor; no hay grandeza heroica, sino sencillez y humildad.
Su credo estético se resume en la siguiente divisa: la sencillez ha de ser noble; y la belleza, serena. Belleza, nobleza, sencillez y serenidad. He aquí las categorías estéticas que presiden toda la obra de Eladio de la Cruz.
Fernando Castro Borrego
Comisario
Eladio de la Cruz (El Toscal, Santa Cruz de Tenerife, 1934 – Tacoronte, 2023) consagró su vida a la escultura, a la creación plástica y a la labor docente que ejerció en distintos centros educativos, donde contribuyó a la formación de no pocos creadores contemporáneos.
Su vocación nació siendo muy niño. Según el propio artista, “se debió a un encuentro fortuito con el taller de Enrique Cejas Zaldívar, localizado muy próximo a su domicilio”. Allí, y a través de una rendija, pasaba las horas contemplando cómo trabajaba el escultor, y más tarde maestro suyo, Cejas Zaldívar, sin percibir que estaba adquiriendo el conocimiento de las técnicas escultóricas.
Así, en 1953, comenzó sus estudios artísticos en la Escuela de Artes y Oficios de la capital tinerfeña y, posteriormente, gracias a una beca otorgada por el Cabildo Insular de Tenerife en 1958, continuó su formación en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, con sede en el citado centro anteriormente, donde obtuvo el título de profesor de Dibujo en 1965.
De la Cruz llegó a ser catedrático de la Escuela de Artes y Oficios de Santa Cruz de Tenerife e impartió docencia en este centro y en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna. En 2010 fue elegido académico correspondiente de la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel, que le concedió, un año después, el premio Magister de Escultura.
A lo largo de su trayectoria profesional, recibió el encargo de numerosas obras que se encuentran repartidas por distintos lugares de Tenerife. Muchas constituyen homenajes a personas o costumbres de la cultura insular, y entre ellas podemos destacar: el Adolescente en el Parque García Sanabria, la Sierva de Dios María de Jesús en El Sauzal, San Juan Bautista de La Salle en Santa Cruz de Tenerife, Sebastián Ramos “el Puntero” en Punta del Hidalgo, Cristóbal de Ponte, en Garachico, Santo hermano Pedro en Arona, así como la Recolectora de cochinilla en Buzanada y el Homenaje a Las Libreas en el Palmar, Buenavista.
Su obra más personal, realizada en madera, bronce, piedra natural o artificial, tiene como tema central a la figura humana, especialmente el escultor sintió especial predilección por la representación de la mujer en sus distintas etapas, destacando su papel como madre. Sobre este tema, el de la maternidad, en el que se presenta la relación entre la madre y el hijo, el historiador del arte, Gerardo Fuentes, ha subrayado que son “personajes de contención psicológica y de ondulantes formas, manteniendo siempre el gesto juguetón y una inquebrantable alegría vigorosa […] hay todo un mundo que dimana de experiencias personales en las que la madre y el hijo pierden sus rasgos más característicos para expresar una entidad inseparable”.
Por otra parte, el historiador, Eliseo Izquierdo, ha considerado que “la obra de Eladio de la Cruz es, en síntesis, una torrentera de gestos, ademanes, de semblantes, de desolaciones, de ternura, de serenidad; también, de crispaciones: El ser humano en la intrincada maraña de su existencia. Escultura de signo inequívocamente antropomorfo, pero sin concesiones al simple verismo; empeñada en salvar simbologías, la huella recóndita o a flor de piel del dolor o la alegría, de la tristeza o la felicidad del ser humano. De ahí el aura de patetismo, de protesta o de resignación, cuando no de rebelión, que fluye de su obra escultórica, en la que Eladio ha sabido conjugar inspiración y maestría, arte y oficio”.
Su obra se encuentra en el Museo Municipal de Bellas Artes de la capital, Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel, Cabildo Insular de Tenerife, Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria, Museo de Historia de La Laguna, Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdahl en el Puerto de la Cruz, Colegio Hispano Inglés en Santa Cruz de Tenerife, Seminario Diocesano de Tenerife, así como en numerosas colecciones privadas y particulares en Canarias, en la Península y en Alemania.
De martes a viernes.
Previa inscripción del grupo.
Actividad gratuita.
Previa inscripción.
Previa inscripción.
Entrada libre. Aforo limitado.
04 de abril
Martes a viernes: de 10.00 h. a 14.00 h. y de 17.00 h. a 20.00 h.
Sábados: de 10.00 h. a 14.00 h.
Lunes, domingos y festivos: cerrado.
C/ San Agustín, 18
38201 - San Cristóbal de La Laguna