Cristino de Vera en RomaRetrato Cristino de Vera, Madrid, 2023 ©Jeosm.

Esta exposición, con fondos de la Fundación CajaCanarias, el Gobierno de Canarias, y la Fundación Cristino de Vera de La Laguna, es la primera muestra individual italiana de Cristino de Vera (Santa Cruz de Tenerife, 1931), un solitario del arte y un gran admirador de una península que recorrió por vez primera en 1962, gracias a una beca, y en la que se fijó sobre todo en los primitivos, y en los pintores del Novecento.

Formado en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal, donde le influyó poderosamente Mariano de Cossío, miembro de una ilustre saga cántabra, y adepto, en la preguerra, al realismo mágico, Cristino de Vera dejó atrás, al decidirse por la pintura, una primera vocación de marino. Trasplantado en 1951 a Madrid, prosiguió su formación en el taller de Daniel Vázquez Díaz, y en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Por su maestro conocería a Adriano del Valle, prologuista de su individual de 1956 en la Galería Alfil, y poeta con gran querencia italiana. Con el tiempo, otros artistas de la palabra (entre ellos Gerardo Diego, José Hierro, Carlos Edmundo de Ory, Ángel Crespo, Manuel Padorno, Carlos Oroza, José-Miguel Ullán, Lázaro Santana, Andrés Sánchez Robayna o Enrique Andrés Ruiz) escribirían sobre el pintor.

Los dos cuadros más antiguos incluidos en la presente selección datan de 1957. En uno de ellos, Monje, se advierte el impacto sobre el pintor veinteañero del ejemplo de Zurbarán, al que tantas veces había rendido homenaje Vázquez Díaz, y que siempre iba a constituir una escala obligada en las visitas del benjamín al Museo del Prado.

Pintor de la luz y del silencio, de las plañideras, del paisaje de Castilla (sus ciudades, sus humildes camposantos rodeados de cipreses) o del de su isla natal, el corazón de la obra de Cristino de Vera, también agudo retratista como puede comprobarse aquí ante su efigie de su colega y amigo Antonio Quirós, lo constituyen sus bodegones, varios de los cuales son vanitas, y en los que además de cráneos encontramos espejos, rosas, velas, y copas o tazas hermanas de las que pintaba su muy admirado Giorgio Morandi, aunque también en este campo se inscribe en una tradición española, que es la de Zurbarán y Luis Fernández, pero asimismo la de Sánchez Cotán o Juan Gris.

Junto a los lienzos, la muestra presenta un conjunto de dibujos realizados con espíritu de geometría, y con el inconfundible trazo fino cristiniano.

Cristino de Vera, que, como Morandi o Luis Fernández, practica el arte de la repetición, del asedio, de la variación sobre unos pocos motivos, y cuya obra cristalina posee un intenso sustrato espiritual, tuvo, a comienzos de los sesenta, la tentación de la abstracción. Pronto la abandonaría, destruyendo esas tentativas, pero siempre ha conservado devociones por no-figurativos como pueden ser Tàpies, Rothko, Clyfford Still o Gonzalo Chillida.

Pintor solitario y amigo del silencio, Cristino de Vera es, sin embargo, como su mujer, Aurora Ciriza, un viajero empedernido, y un ser sociable y con un gran sentido del humor.

Entre las exposiciones que jalonan la carrera de Cristino de Vera, que en 1998 obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 2002 la Medalla de Oro a las Bellas Artes, y en 2005 el Premio Canarias, hay que mencionar las celebradas en el Ateneo de Madrid (1959), las Salas de la Dirección General de Bellas Artes (1964), el MEAC (1995), el Reina Sofía (1996), el CAAM de Las Palmas (1996), el MIAC de Lanzarote (2001), el Museo Arqueológico Nacional (2001), la Abadía de Silos (2002, dentro de un programa pilotado por el Reina Sofía), el IVAM de Valencia (2005), y la sede madrileña de CaixaForum (2018).

Juan Manuel Bonet
Comisario

Organiza

Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias
Instituto Cervantes de Roma
Gobierno de Canarias
Fundación CajaCanarias

Lugar

Sala Dalí
Instituto Cervantes de Roma
Piazza Navona, 91 – Roma